martes, 16 de octubre de 2007

Cuestión de prioridades

Todo es cosa de sentarse a observar los comportamientos humanos para pasar un rato realmente interesante y divertido (esto también se puede hacer de pié o de panza, no hay problema alguno con la posición). El domingo pasado que fui a misa, básicamente para acompañar a mis padres y perderme en mis reflexiones, observaba a una señora, aparentemente sin compañía, cincuentona, de esas que recubren sus canas con colores rojizos, de las que no soportan relucir en su cabello la blanca belleza de la edad. Veía pues, como ésta señora atendía fijamente y asentía con su cabeza a cada palabra que el padre decía, como dando su aprobación, de esas veces que sientes que conoces casi de sobra el tema y de una manera u otra ya lo llevas en práctica y deseas que todo el mundo se entere de que ya lo sabes y que eres un chingón.


Era de admirarse la atención que la canosa camuflada le prestaba al sacerdote, claro, en comparación con la mayoría de los que estabamos en el templo; papás regañando a sus niños porque hacían desmadre en un lugar sagrado (claro ¡que esperaban!; ¿que sus niños tuvieran su mano derecha apoyada en su barbilla con el seño fruncido, meditando cada palabra?), señores con lentes oscuros que seguramente se estaban quedando dormidos, jóvenes volteando a ver cual muchachona seducían con la mirada, los del coro poniéndose de acuerdo para la siguiente canción, un tipo analizando a los demás, alguien revisando en su reloj que el padre no se fuera a pasar de largo, gente viendo hacia adelante, probablemente analizando el acabado barroco del altar; en fin, la cincuentona que quiso aparentar ser pelirroja sin mucho éxito al parecer era la única que prestaba realmente atención; hasta cantaba las canciones con un sentimiento especial (quizá con un acompañamiento de piano en un bar y una botella de whiskey, me hubiera soltado a llorar de la emoción), realmente casi llegué a creer que estaba viendo a Dios, y el casi lo menciono, porque justo antes de que le empezara a elaborar un diploma por su entrega en misa, sonó el timbre de su celular y desesperada se echó un clavado en su gigantesca bolsa roja (que estratégicamente combinaba con su tono de tinte) y comenzó a revolver no se cuantas cosas hasta que por fin lo encontró – lo va a colgar, pensé, esta muy concentrada en la ceremonia – pero en vez de eso ¡contestó y se echó a correr!, ¿Qué podía ser mas importante que el sagrado ritual para esta señora?; ¿Alguna otra amiga pelirroja que la esperaba para el desayuno? ¿Su hermana que no encontraba la mantequilla en casa? ¿Su estilista? ¿Su sobrino que necesitaba dinero? ¿Su perro preguntando por las croquetas? Y no me vengan con que era una emergencia porque a los dos minutos regresó con la mayor tranquilidad en su rostro.
Si cualquiera de las personas que le llamó, hubiera estado ahí a su lado y la hubiera interrumpido, ella sin duda, se hubiera molestado y le hubiera dicho que se esperara a que terminara la misa, pero no fue nada de eso, fue el poderosísimo celular y no era Dios el que le hablaba por teléfono ¿Qué tiene el celular que nos esclaviza? Por más que estemos en algo importante o placentero, si suena, no importa que sea número equivocado, hay que contestar, es cuestión de prioridades.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Parangaricutirimicuaro

Ligereza y unos poquitos de vagabundismos mentales serán los anfitriones de esta casa. Las multitudes que se mueven casi por inercia y de manera tan aberrante; serán mi fuente de inspiración para escribir y sentirme un poco, como esos locos que se instalan a gritar en el centro de la ciudad palabras sin sentido (al oído del paseante, o del sentante (en alguna banca comiendo chunches) o de quien esté por ahí cerca y le importe un carajo lo que diga y solo vea la imagen pintoresca de un tipo raro moviendo los brazos, profesando palabras de salvación, de política, o de alguno de esos temas de los que todos hablan y nadie escucha). De cualquier forma, quien tenga un poco de tiempo libre, o mejor dicho, quien no tenga nada mas interesante que hacer en su tiempo concedido y se acerque, sea bienvenido, solamente les sugiero no olviden llevar bien puesto, todo el tiempo su criterio, no lo dejen en su casa, ni en el baño, ni en la escuela, ni en las drogas, no lo borren, ni lo vendan, mucho menos lo regalen.